jueves, 21 de octubre de 2010

Nunca te vas a ir compañero.

Si nos forjamos con el dulce aroma de tu poesía, dudo que la naturaleza misma pueda arrancarte de nuestro recuerdo. Despacito y sin hacer ruido, El Sabalero se marchó la pasada madrugada, quizás armonizando su muerte con el delirio ígneo del Cilindro.

Sabalero de chiquillada, de pantalón cortito, tejedor de bolsita de recuerdos que cada uruguayo llenará con los versos más bonitos. En tu casita de Villa Argentina, alejado de la vorágine citadina te pasabas las tardes mateando y pensando. Contaste tus 66 primaveras y disfrutaste cada canto de gorrión, porque así vivías en un constante culto a la belleza.

Allá nació chiquillada, por 1969 cuando el cielo perdía su claridad y nuestro país se sumía lentamente en las penumbras. Ahí decidiste cantarle a la vida, a la pelota de trapo, al campito, a los gurises que jugaban ignorando la enfermedad que pronto estallaría. ‘Es una canción feliz’ describías con humildad. Una flor que nos regalaste, velita austera que encendimos a escondidas en la oscuridad de los setenta, velita que dispensaba un calor especial, llamada tímida de cautivante esperanza.

La vida te obligó a beber el peor de los tragos, el más amargo y torturante: soportar la muerte de tu hija, le habían robado entonces el alma a tu guitarra.

Hasta siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario