jueves, 4 de noviembre de 2010

De las mujeres asesinas y sus condenas, y el oriente malo y el occidente bueno.

Siempre abdiqué a creer en análisis dicotómicos, toda teoría de mitades se evapora por su propia flacura analítica. El mundo intenta aleccionarnos en su complejidad, pero seguimos inmersos en realidades 2D; llevar las variables a la reducción es una exigencia metafísica del ser humano. Desde las películas, donde los buenos y malos combaten en un sinfín de batallas, hasta los equipos de futbol donde estamos ‘nosotros’ y los ‘contrarios’, espacios que nos han habituado ha dividir las tierras. Cuando este esquema se extiende a la producción intelectual, estamos fritos. Los resultados son catastróficos, inculcamos la frivolidad, y alentamos concepciones teológicas que nutren este pueril imaginario.

La teoría del enemigo ha existido desde el comienzo de la civilización, los romanos, peritos en esta cuestión, eran artesanos de enemigos imaginarios, geógrafos de las tierras malvadas, escultores del horror ficcioso. Más allá del Tibet, allí yace la barbarie, dentro de nuestras fronteras reina la civilización. Apotegma que luego sería recogido por Sarmiento, impulsor de la vasta literatura que enfrentaría a doctores y caudillos, una pendencia que aun conserva esquirlas dispersas por el interior de nuestro país, y quizás también en rincones ortodoxos de nuestra capital.

Hilvanando este concepto, continuamos en la misma línea lógica; ahora globalizada. Los buenos y malos se extrapolan al ámbito global, partiendo al mundo en dos, al igual que durante la guerra fría y las cruzadas medievales, los bandos benefactores y malhechores se agrupan en occidente y oriente respectivamente. Uno encabezado por el adalid cultural estadounidense, estereotipo de progreso, ciencia y futuro; otro cubierto por un velo, medieval y anticuado. El primero refinado, liberal y moderno, el segundo bruto, delirante y antiguo. Jesús y Mahoma, Biblia y Corán. La generalización es inevitable, todo musulmán tiene una macabra propensión a volar sus sesos, mientras que los protestantes, como amables vendedores, nos ofrecen una manzana – no prohibida - sin molestar demasiado.

Sabemos muy poco del medio oriente, pero algo fue captado por nuestra aguda retina, o ávido oído: próximamente una mujer será lapidada –aunque ya se confirmó una revisión de su caso- Como menores son nuestros conocimientos, sobre lo que sucede con ella, reducimos la cuestión. Sakineh Mohammadi fue condenada a 12 años de prisión por ser supuesta coautora del homicidio de su marido, edulcorando la sentencia con una muerte lapidatoria por adulterio; resolución que alberga un siniestro sarcasmo.

Las sociedades musulmanas intentan convivir en el siglo XXI, amparadas bajo la lóbrega sombra de la Sharia. Si las máquinas del tiempo no existen, la Sharia debería competir por semejanza; dado que muchas de sus disposiciones, tales como flagelación, amputación, lapidación nos retrotraen 500 años en la historia. Aun así, de este lado de la orilla hemisférica, las flores no son tan rojas, ni el agua tan pura. Teresa Lewis fue ejecutada hace algunas semanas en Estados Unidos, también ella era una mujer, con la salvedad de padecer un precario IQ, espejo de una notoria deficiencia mental. Elemento alegado por los abogados, pero insuficiente para los omnipotentes argumentos del juzgado norteamericano. Teresa al igual que Sakineh desempeño un papel de coautora, asumiéndose como la ‘planificadora intelectual’ del crimen de su esposo e hijo político, el objetivo era económico. En realidad el contraste de información es inevitable, apelar al ingenio de una persona y su imbecilidad parece ser antónimo, tampoco suficientes para sus verdugos. Sakineh recibió por un delito similar, una pena apacible, si tomamos como parámetro la inyección aplicada a Teresa.

Lo cierto es que nos alborozamos de estar lejos del infierno, nos colocamos por fuera de la vetustez mundial, somos los buenos y ellos los malos, también desde lo teológico allí están los enemigos. John Dewey, enseñó a combatir el autoritarismo en nuestra propia casa, el peligro no siempre está en el exterior, creo que el caso es igual. Embriagados de civilización dejamos morir una mujer idiota, sin que necesariamente la Unión Europea vomitara odio o Cristina dedicara lágrimas en su Twitter. Por supuesto que la comparación es forzada, pero es real, tangible y fáctica. La barbarie también nos acecha, quizás desde lo tecnológico la eficacia de una inyección letal también nos suene a modernidad. Sin duda Teresa fue condenada por su coautoría y no adulterio, eso sería terrible, pero tampoco Sakineh fue condenada a muerte por su coautoría y si por su adulterio e insisto en el empleo de estas palabras, para señalar con redundancia, lo lejos que estamos del paraíso.

Si Irán depone la condena de lapidación, también atravesará por su propia maquina del tiempo, y advierto con dolor: se adelantará algunos años, girará la cabeza y allí estarán los Estados que mantienen viva la llama de la barbarie. Y si eso sucede ¿quién será el malo de la película?

Es necesario advertir que Estados Unidos no es un parámetro legitimador, no soy de los que creen en la constante comparación, tomar lo que allí se hace o no como reproche o regocijo, pero en vistas de la condena que el mismo país emitió, sugiero prudente colocar todas las cartas sobre la mesa.


Juas